Regate como salvoconducto



Siempre han gustado los regateadores. Aquellos futbolistas cuyo cometido es zafarse de los defensores una y otra vez, sin sometimientos a tácticas o instrucciones. Pocos jugadores quedan ya con estas características, ya que el juego posicional limita mucho sus características, aunque todavía queden algunos que desafíen las normas e insistan en la belleza por encima de la eficacia.

Andriy Yarmolenko (San Petersburgo, 1989) es uno de estos rompemoldes. Su hobby por excelencia es encarar al rival, driblarle para mofarse de las carencias ajenas y enorgullecerse de la habilidad propia. Como casi todo zurdo, apenas incluye la pierna derecha en su paleta de movimientos, pero es innegable que con la izquierda posee una cantidad de recursos que lo hacen un futbolista diferente.

El joven extremo del Dinamo Kiev -nacido en Rusia- por momentos desespera, es de aquellos que desconectan del partido y no aparecen durante largos tramos del juego, pero cuyas dos o tres apariciones suelen ser determinantes. Un gol, una asistencia, o una jugada de ensueño con la que ponen el punto final al encuentro. Todo lo contrario que su antónimo y compañero, Yehven Konoplyanka, futbolista más participativo y consistente, también dotado de una gran técnica individual, pero al que sin embargo la bombilla no se le enciende con tanta intensidad. Iarmolenko está siempre apagado, pero cuando brilla, el fugaz destello sobrepasa los límites del estadio. El futbolista del Dnipro sin embargo es de bajo consumo, siempre encendido pero menos brillante.

Andriy le dio ayer a Ucrania la oportundad de jugar el Mundial de Brasil. Un tanto suyo en el minuto 64 decidió un igualado encuentro (1-0) contra la vecina Polonia. La selección de Robert Lewandowski, Kuba, Pizszcek y cía., tiene que obligar a Inglaterra a pinchar en casa para que los ucranianos -siempre que ganen en San Marino- puedan viajar a Brasil sin pasar por la repesca.

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