Volver a creer

El nuevo mago del Emirates Stadium, ¿renacerá el Arsenal?


Recordar un Arsenal tan convencido de sus posibilidades parece difícil. Hay que remontarse al 2006, el año de la final de París. Thierry Henry era por entonces el líder indiscutible en el campo y en el vestuario. Era jugador de otra galaxia, y el equipo jugaba para él. Vieira se hacía él solo con el centro del campo fin de semana tras fin de semana. La defensa formada por Campbell y Touré lo ganaba todo dentro y fuera del área. Y los Ljunberg, Cesc, Hleb y Ashley Cole complementaban al equipo a la perfección. Eran otros tiempos.

Aquella final fue un punto de inflexión en el espíritu competitivo del Arsenal. Al año siguiente, en la 06/07, Henry adolecía de numerosos problemas de espalda, se fueron varios jugadores importantes como Ashley Cole, y los nuevos fichajes (Rosicky, Denilson, Baptista, Gallas), junto a una hornada jóvenes, talentosos pero inexpertos jugadores (Cesc, Reyes, Van Persie) no parecían ser suficientes para mantener el nivel mostrado años atrás. El resultado fue un cuarto puesto en la competición regular y una inesperada eliminación en octavos de Champions contra el sorprendente PSV Eindhoven.

La 2007/2008 fue bastante mejor. Disputaron la Premier League hasta el último momento. A pesar de las bajas de Reyes y Henry, Fábregas y Adebayor dieron un paso hacia delante y mostraron un nivel altísimo durante toda la temporada. Pero, otra vez, los partidos decisivos no fueron nada bien. Las derrotas contra Chelsea y Manchester United -en ambos encuentros comenzó ganando fuera de casa- en las últimas jornadas impidieron levantar el trofeo liguero. Y una vez más, los octavos de final fue lo más lejos que llegaron los de Holloway Road, tras caer en una difícil eliminatoria contra el Milan de Kaká.

En 2009 la falta de consistencia volvió a ser la protagonista. Un mal inicio, con Fábregas liderando otra vez a los del Emirates Stadium, pero que sus problemas con las lesiones no le ofrecieron la oportunidad de rendir de manera regular. Su equipo lo notó y acabó en cuarto lugar, pero muy lejos de la pelea por el título liguero. Solo la llegada de Arshavin en invierno inspiró confianza en los de Wenger, pero ya era demasiado tarde. En Europa sí llegaron lejos esta vez, pero las semifinales contra el Manchester United del Ronaldo-Tévez-Rooney se tornaron imposibles.

La 2010 fue otro año en el limbo para el Arsenal. Tercer lugar en una Premier League que no estaba destinada a escribir el nombre de los gunners por tercera vez. Esta vez las lesiones hicieron estragos en Van Persie, que veía como tras un gran inicio de temporada no podía ayudar a los suyos con asiduidad. Fábregas fue el motor del equipo otra vez, de hecho, la tarea de anotar pasó a sus manos. El catalán anotó 15 goles en Premier League, ayudado en la creación por el siempre irregular Samir Nasri. Arshavin y Bendtner se antojaban insuficientes para dar ese salto de calidad necesario. En Champions League se volvió a quedar a mitad de camino por culpa de un tal Lionel Messi.

A partir de esta temporada, los aficionados y amantes del juego de Wenger se empiezan a preguntar, ¿por qué el Arsenal juega bien pero no gana?

El 2011 parecía el año definitivo para consagrarse. El camino recorrido en Premier League era esperanzador, y si no hubiera sido por la expulsión rigurosa a Van Persie en el Camp Nou, igual la Champions se hubiera antojado apetecible.  El holandés realizó su mejor campaña hasta el momento, y se consagró como uno de los mejores delanteros de Europa, además, Nasri parecía que se convertía en un jugador que aportaba algo más que destellos de calidad. Al final, otra vez vacíos al acabar el curso. Un tramo final de temporada horrible alejó a los de Wenger del título liguero, y un descendido Birmingham les arrebató la League Cup contra todo pronóstico.

La temporada siguiente (2011/2012) sería la peor de la era Wenger. Las salidas de Nasri al Manchester City y de Cesc Fábregas al F.C. Barcelona eliminaron toda poca esperanza de convertir al Arsenal en un equipo ganador. Una mala planificación de la temporada, con las llegadas Mertesacker, Arteta y Park Chu Young en el último día de mercado, así como los ridículos de Old Trafford y San Siro provocaron serias dudas sobre el futuro de Arsène Wenger. El entrenador que había cambiado la historia del conjunto gunner era por primera vez cuestionado. Su política de vender estrellas y fichar jóvenes, que tan buen resultado le había dado, no era ya bien vista por todos. Al final, en la Premier acabaron salvando los muebles, y tras un inicio de temporada en el que la Champions se antojaba muy difícil, una segunda vuelta de primer nivel les concedió la tercera plaza, eso sí, muy lejos de los dos primeros.

El último año, 2013, sirvió para una especie de regeneración. Wenger apostó esta vez por fichar más nombre que talento precoz. Podolski, Giroud, Cazorla y Monreal llegaron para apuntalar un equipo falto de gol, endeble en defensa y que acusaba un centrocampismo de mucho toque pero de poca intensidad. El inicio no fue el más esperado, había que ensamblar muchas piezas nuevas. El tramo final fue bastante positivo, pero ser arrollados en Champions League por el imbatible Bayern de Heynckes y salvar la clasificación para Champions en una hipercompetitiva Premier no parecía resultado suficiente. Lo más positivo, el año de Walcott, por fin se convirtió en el jugador que la afición esperaba. Alternando la banda con la delantera alcanzó la veintena de goles. Cazorla, asimismo, se convirtió en el jugador preferido por la afición, recuperando el lugar que Fábregas dejaba vacío la temporada anterior.

Para el seguidor del día a día en el fútbol británico, muy lejos queda la época de los Henry, Vieira, Bergkamp y cía., reconocida por prácticamente todo el mundo como la mejor del Arsenal de Wenger. El pasado 2 de septiembre se abrió una puerta para Arsène: fichar a Mesut Özil, un jugador que venía nada más y nada menos que de ser el número 10 del Real Madrid, rey de asistencias en Europa. Un auténtico punto de inflexión. Un jugador de talento incuestionable pero al que se la achacaba falta de liderazgo en partidos decisivos. El preparador francés no dudó en desembolsar la friolera de 50 millones (el traspaso más caro del Arsenal) para contratar a un jugador cuyo puesto -en teoría- ya estaba cubierto.

Parece que con la llegada del alemán el Arsenal ha descubierto nuevos caminos en el fútbol mundial. Este año ha realizado su mejor inicio en mucho tiempo, y es líder en solitario de la Premier League. Quizás, por qué no, sea este su año. Giroud parece totalmente adaptado, Ramsey se ha convertido en el todocampista trabajador y llegador que todos esperaban y huele a que Jack Wilshere ha olvidado lesionarse. Incluso la llegada inesperada y poco esperanzadora de Flamini está dando resultado, un jugador que da al centro del campo el equilibrio que los de Wenger echaban en falta. Hasta una promesa esperanzadora se suma a la lista de factores positivos: el alemán Serge Gnabry, probablemente el mayor talento que emerge de la cantera gunner en mucho tiempo.

Para analizar el juego de los de Wenger habrá otro post no dentro de mucho, pero parece que el pragmatismo primará en los partidos más importantes. Como ya ocurriera en la época de Tití, a Arsène no le temblará la mano para dar un paso hacia atrás y buscar los espacios del rival, sobre todo con el marcador a favor. Así ocurrió contra el Napoli de Benítez en Champions, y así ocurrirá a lo largo de la temporada. En gales ganaron a un buen Swansea sin brillar, quizás la suerte sonría esta vez al Arsenal y una época mejor llegue al Emirates Stadium.

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